Con el verano y el buen tiempo, vamos a la playa o a la
piscina y no es raro que durante el baño se nos pase por la cabeza ese juego
que consiste en la suspensión voluntaria de la respiración en el agua: la apnea
o buceo libre. Esta práctica tiene sus bases en la relajación mental, la
alimentación, la hidratación y el entrenamiento en condiciones de hipoxia y de
presiones hidrostáticas altas y se ha convertido también en una disciplina
deportiva, de la que han surgido diferentes modalidades: estática, dinámica,
con aletas, sin aletas… Durante la práctica de la apnea, ocurre el reflejo de
inmersión o efecto de compensación, que consiste en optimizar la respiración
con el fin de permanecer más tiempo sumergidos, al igual que hacen los
escaladores cuando se encuentran a muchos metros de altitud. Para aquellos que
les gusta desafiar los límites humanos, esta prueba de aguantar el máximo
tiempo o máxima distancia posible en el agua puede resultar un reto atractivo.
Una de las especialistas en esta práctica deportiva era la
rusa Natalia Molchanova, considerada la “reina de la apnea” por tener el récord
en profundidad tanto en la categoría femenina sin aletas (71 metros) como en la
femenina con aletas (101 metros) y que desapareció desafortunadamente el pasado
2 de agosto en aguas de la isla Formentera. Esto es una prueba más de que la apnea
no es cualquier tontería fútil y debemos saber que la inmersión no pasa
desapercibida para nuestro organismo. De hecho, a más de 120 metros de
profundidad, marca que superó Alexey Molchanov al registrar un nuevo récord en
la modalidad masculina con aletas (128 metros), tienen lugar apreciables cambios
en nuestro cuerpo:
-El diafragma se contrae involuntariamente, intentando
respirar y ayudando a bombear sangre al cerebro.
-Se reduce la frecuencia cardíaca hasta los 12-15 latidos
por minuto para ralentizar las funciones corporales y consumir menos oxígeno.
-Las arterias de las piernas se ocluyen.
-El bazo se comprime y libera unos 600 ml de sangre
oxigenada.
-Los pulmones se comprimen hasta 5 veces.
-La presión arterial se eleva.
-La saturación de la sangre desciende a la mitad.
Además, se ha comprobado que los buzos con destreza para aguantar
muchos minutos sin respirar presentan, después de las inmersiones, altos
niveles transitorios de la proteína S100B, que es una proteína
dimérica moduladora del calcio que se encuentra principalmente en la astroglía y
en las células de Schwann. Esta proteína es secretada por los astrocitos como
una citoquina, actúa fuera de la célula con un efecto neurotrófico y
gliotrófico e interviene también en la regeneración, proliferación y maduración
de las células gliales y en la formación de sinapsis. El problema es que en
altas concentraciones de la proteína S100B podrían provocar la muerte neuronal
y dañar el cerebro a largo plazo. Una suspensión breve no tiene mucha importancia,
pero exposiciones prolongadas y repetitivas a situaciones de hipoxia severa
(bajo suministro de oxígeno) podrían tener efectos neurológicos negativos con
el paso del tiempo y podrían alterar la barrera hematoencefálica, que es una
estructura formada por células endoteliales del sistema nervioso central y
comprendida por tres barreras sucesivas que son el endotelio del capilar
sanguíneo, la lámina basal y la membrana limitante glial, las cuales constituyen
en conjunto un fino límite para los intercambios entre la sangre y el propio
sistema central y también una protección del cerebro frente a las infecciones y
el acceso de sustancias tóxicas endógenas y exógenas.
En cuanto al límite de tiempo que podemos estar sumergidos,
la realidad es que una persona normal no es capaz de aguantar más de unos
minutos sin respirar, ya que si el cerebro está más de 4 minutos sin recibir un
aporte de oxígeno empieza a fallar y la acumulación de dióxido de carbono
empieza a acidificar la sangre y a provocar ardores en los pulmones y espasmos
dolorosos en el diafragma y en los músculos intercostales. Durante la
inmersión, el organismo activa el sistema nervioso simpático, contrae los vasos
sanguíneos periféricos y redirecciona la sangre desde las extremidades hacia las
zonas vitales, es decir, al cerebro y al corazón, que reciben la mayor parte
del suministro de oxígeno, especialmente en los buzos o apneístas
experimentados. En realidad, el límite de tiempo que podemos aguantar debajo
del agua no depende de otra cosa que de la mínima cantidad de oxígeno con la
que nuestro cuerpo puede subsistir y el máximo volumen de dióxido de carbono que
es capaz de soportar, que varían según la tasa metabólica. Estas capacidades en
el ser humano difieren mucho evidentemente de las que poseen los mamíferos
marinos, que toleran mucho mejor el dióxido de carbono y poseen un tejido
muscular rico en mioglobina, que permite retener oxígeno y liberarlo mientras
se encuentran sumergidos.
Aunque es imposible que nuestros cuerpos puedan tener
semejantes adaptaciones a las de estos animales, sí es cierto que con
entrenamiento y concentración mental los apneístas estáticos pueden aguantar mucho
más tiempo bajo el agua, hasta 24 minutos y 3 segundos tal y como consiguió el
barcelonés Aleix Segura, quien hasta ahora posee con esa marca el récord
mundial en dicha disciplina con hiperventilación e inspiración previa de oxígeno.
Esta técnica consiste en liberar del cuerpo el dióxido de carbono e inspirar
únicamente oxígeno en la mayor cantidad posible durante los minutos previos,
para posteriormente emplear los músculos bucales y faríngeos y la glotis para
cerrar la garganta y llevar el aire poco a poco hacia los pulmones, aumentando
así la capacidad pulmonar.
En definitiva, la apnea puede tener un impacto positivo en
la optimización del uso del oxígeno. No obstante, estas técnicas tienen sus
riesgos y desafiar los límites humanos puede suponer pérdidas de conciencia,
desmayos o incluso la muerte. Por tanto, siempre que queramos desafiar a
nuestro cuerpo de esta manera, debemos tener mucho cuidado y estar siempre
acompañados. Recuerda que la apnea no es un simple juego y que estos récords que
hemos mencionado no se consiguen por arte de magia ni de un día para otro, sino que detrás hay mucho tiempo de cuidadoso entrenamiento.
Me sirvio de mucho en mi trabajo sobre el buceo en apnea, gracias <3
ResponderEliminar¡Me alegro mucho, Mateo! ¡Gracias a ti por leerme!
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