viernes, 7 de agosto de 2020

INMUNIDAD CRUZADA ENTRE CORONAVIRUS

Últimamente se habla mucho de inmunidad cruzada entre coronavirus. Vamos a ver en qué consiste y qué estudios hay sobre ello.
Siempre que pasamos una infección, como un resfriado, quedan en el cuerpo linfocitos T y B de memoria que permitirán una futura respuesta más rápida, potente y efectiva contra ese agente infeccioso si vuelve a entrar en el organismo. Este es también el objetivo de las vacunas.

Pues bien, la inmunidad cruzada implica que el hecho de haber superado un agente infeccioso podría dejar inmunidad en el organismo no solo frente a dicho agente, sino también frente a otro distinto, con el que comparta cierta homología de secuencia en determinadas proteínas. Y aquí viene el notición de los últimos días: varios estudios sugieren que podría existir inmunidad cruzada entre coronavirus que causan resfriados y el coronavirus SARS-CoV-2 causante de la dichosa COVID-19. Es decir, los resfriados causados por otros coronavirus podrían dejar en el cuerpo inmunidad para defendernos del SARS-CoV-2, de modo que algunos de nosotros podríamos estar inmunizados frente al virus de la COVID-19 sin haber estado expuestos a él.

Y sí, habéis leído bien. Si pensabais que coronavirus solo había uno, estabais equivocados. En realidad, el término coronavirus (coronaviridae) se refiere a una familia a la que pertenecen también otros 4 coronavirus que causan resfriados (HCoV-OC43, HCoV-229E, HCoV-NL63 y HCoV-HKU1), además del ya archiconocido SARS-CoV-2. No obstante, hay varias familias de virus capaces de producir resfriados y estos 4 coronavirus solo son responsables del 15% de ellos. Los que producen todos los demás son rinovirus (los + frecuentes), adenovirus, enterovirus y virus respiratorios sincitiales y parainfluenza.

Pero volviendo al tema del artículo, lo que muestran diferentes estudios recién salidos del horno es que un 20-50% de la gente no expuesta al SARS-CoV-2 podría presentar linfocitos T CD4+ de memoria con reactividad frente a este coronavirus [1]. La explicación sería que las proteínas espiculares de todos los coronavirus presentan regiones muy similares, ya que son homólogas entre sí (comparten ancestro común), y la exposición a uno de ellos generaría linfocitos de memoria reactivos también frente a los demás coronavirus. Esta hipótesis de la inmunidad cruzada cada vez tiene más peso, ya que se han obtenido hallazgos similares en distintos estudios de diferentes países, como Alemania y EEUU, entre otros [2,3]. Cabe mencionar que esta reactividad cruzada no sería algo exclusivo entre coronavirus, sino que ya se había descrito anteriormente algo similar con el virus de la gripe H1N1 [4].

De confirmarse esta inmunidad cruzada entre coronavirus más allá de experimentos in vitro, podríamos dar una explicación al elevado porcentaje de casos de COVID-19 asintomáticos o a los casos con sintomatología leve. Sin embargo, todo esto aún hay que cogerlo con alfileres. Hay que tener en cuenta que son resultados de experimentos in vitro que no aseguran que vaya a suceder lo mismo en un ser vivo, por lo que hay seguir investigando para confirmar esta hipótesis. También existen otras incógnitas por resolver. Una de ellas es el tiempo que puede durar este tipo de inmunidad desde la exposición a otro coronavirus del resfriado.

En definitiva, aún queda bastante camino por recorrer para entender a la perfección la respuesta inmune frente a este coronavirus. Solo el tiempo y, sobre todo, la ciencia nos dirá las respuestas.


Bibliografía:

1) Mateus, J., Grifoni, A., Tarke, A., Sidney, J., Ramirez, S.I., Dan, J.M., et al. (2020). Selective and cross-reactive SARS-CoV-2 T cell epitopes in unexposed humans. Science.

2) Braun, J., Loyal, L., Frentsch, M., Wendisch, D., Georg, P., Kurth, F., Hippenstiel, S., et al. (2020). SARS-CoV-2-reactive T cells in healthy donors and patients with COVID-19. Nature.

3) Grifoni, A., Weiskopf, D., Ramirez, S.I., Mateus, J., Dan, J.M., Moderbacher, C.R., Rawlings, S.A., et al. (2020). Targets of T cell responses to SARS-CoV-2 coronavirus in humans with COVID-19 disease and unexposed individuals. Cell, 181(7), 1489-1501.

4) Hancock, K., Veguilla, V., Lu, X., Zhong, W., Butler, E.N., Sun, H., Liu, F., et al. (2009). Cross-reactive antibody responses to the 2009 pandemic H1N1 influenza virus. New England Journal of Medicine, 361(20), 1945-1952.

domingo, 21 de junio de 2020

DESMINTIENDO BULOS SOBRE DIETA Y CÁNCER

El pasado 11 de julio asistí online y en directo a una interesantísima Masterclass del nutricionista Julio Basulto organizada por la Universidad Internacional de Valencia y me pareció tan necesario difundir los conocimientos que compartió en esa charla con los asistentes que me he decidido a dedicarle una entrada en mi blog. Por lo tanto, en este artículo os voy a enumerar diez bulos sobre dieta y cáncer comentados en esa clase magistral acompañados de una breve explicación o aclaración para desmentirlos:

1) El cáncer se trata de la misma manera que se prevé. Al igual que un incendio, el cáncer es natural, pero los mejores tratamientos frente a él no lo son.

2) Todos los cánceres son hereditarios y el estilo de vida y la alimentación no influyen en su aparición. Los datos epidemiológicos demuestran que casi el 50% de los cánceres colorrectales podría prevenirse siguiendo una dieta sana y que 4 de cada 10 casos de cáncer son prevenibles. De hecho, 9 de los 10 factores de riesgo más frecuentes están relacionados con el estilo de vida: alta presión sanguínea, tabaquismo, exceso de peso, el consumo de alcohol, hiperglucemia, elevado colesterol sanguíneo, polución medioambiental, bajos niveles de actividad física, dieta baja en hortalizas y dieta baja en frutas. En España, el 31,7% de las calorías que ingerimos proceden de alimentos ultraprocesados, lo que nos hace ver el margen de mejora que tenemos en los hábitos alimenticios para reducir la incidencia del cáncer.

3) Una buena alimentación evita padecer un cáncer. A pesar de la importancia de seguir una buena alimentación, hay que ser conscientes de que adoptar este hábito saludable reduce las posibilidades de sufrir cáncer, pero no nos asegura que no vayamos a padecerlo, ya que el cáncer es una enfermedad multifactorial.

4) Las carnes rojas y procesadas no influyen en el riesgo de padecer cáncer. Este tipo de carnes son un factor causal del cáncer colorrectal a nivel poblacional, atribuyéndose al consumo de estas carnes rojas y procesadas el 21% de los cánceres intestinales y 2 de cada 100 tumores de cualquier tipo. Las carnes rojas son sencillamente aquellas rojas, como el cerdo y la ternera. El jamón también lo es.

5) Excepto el jamón, las carnes procesadas aumentan el riesgo de cáncer. Hay que tener claro que el jamón también se incluye dentro de las carnes rojas procesadas y, por tanto, incrementa el riesgo de cáncer, aunque, evidentemente, tiene una mayor calidad nutricional y un menor procesamiento que una salchicha. Además, el jamón es un alimento muy salado con 6 g de sal/100 g de alimento, superando con creces la cantidad mínima de sal (1 g de sal/100 g de alimento) que hace que un alimento se clasifique dentro de dicha categoría.

6) Una copa de vino al día es saludable. Está comprobado que el alcohol aumenta el riesgo de cáncer de forma lineal, también a bajas cantidades, por lo que el nivel más seguro de consumo de alcohol es 0. Es decir, cuanto menor sea la ingesta de alcohol, mejor, y cuanto mayor sea, peor.

7) El zumo de limón, en ayunas, previene el cáncer. El zumo de limón no tiene ningún beneficio y además desgasta el esmalte y la dentina de los dientes, aumentando la sensación de dolor en los dientes cuando tomemos algo frío o algo caliente.

8) La dieta macrobiótica previene el cáncer. Esta dieta adapta los conceptos orientales del yin y el yang a los alimentos y los clasifica en los que dan frío y los que dan calor, lo cual ya nos da una primera sensación de pseudociencia. Además, se ha observado que sus adeptos toman menos calorías de las necesarias, lo cual es perjudicial en un paciente con cáncer que tiene que intentar minimizar la pérdida de masa muscular. Lejos de que esta dieta haya demostrado propiedades curativas o preventivas frente al cáncer, esta dieta también se caracteriza por una alta ingesta de algas, que tienen un elevado contenido en yodo, por lo que pueden ser problemáticas para personas con problemas de tiroides.

9) La dieta alcalina frena el crecimiento de las células cancerígenas. No existe ninguna evidencia científica a favor de esta teoría.

10) Los alimentos orgánicos disminuyen el riesgo de cáncer y los pesticidas lo aumentan. No hay pruebas sólidas que den credibilidad de que los alimentos orgánicos disminuyan el riesgo de cáncer, aunque tampoco las hay de que sean peores que los alimentos convencionales. En cuanto a los pesticidas, se sabe que las cantidades que se emplean en los alimentos se encuentran dentro de los niveles de seguridad.

Ahora que ya tenemos las ideas más claras, podemos concluir que está en nuestras manos reducir el riesgo de cáncer y podemos lograrlo simplemente mejorando nuestros hábitos de vida, como consumir más alimentos de origen vegetal y menos procesados y ser físicamente más activos.

Si os ha picado la curiosidad y queréis saber más sobre el tema, haced click aquí y podréis ver en diferido la Masterclass de Julio Basulto en la que me he basado para escribir este artículo. Os la recomiendo al 100%.

martes, 24 de marzo de 2020

¿DÓNDE PUEDO ENCONTRAR INFORMACIÓN VERAZ Y ACTUALIZADA SOBRE EL CORONAVIRUS?

Durante estos días, hay multitud de sitios web que difunden información de dudoso rigor sobre el Covid-19. Además, es posible que muchos de vosotros tampoco encontréis fácilmente esos datos que queréis en un momento determinado. Por todo ello, he querido hacer una recopilación de páginas que muestran información veraz y actualizada sobre el tema.

1) Tanto Worldometers como la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos muestran la evolución en directo de los datos epidemiológicos del coronavirus por países a nivel mundial.
Muestran multitud de datos de cada país como número de casos, fallecidos y recuperados, así como la curva de casos detectados y la curva de fallecidos.
Haz click AQUÍ (Worldometers) o AQUÍ (Johns Hopkins).


2) El Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad sube documentos en formato pdf con información detallada para ir actualizando cómo se encuentra la situación de la enfermedad por SARS-Cov-2 en España, en Europa y fuera de Europa. 
Algunos de los datos que aparecen en ese documento son el número de casos, fallecidos y recuperados en cada comunidad autónoma de España, así como el número de casos y la tasa de letalidad en otros países de Europa o del resto del mundo.
Haz click AQUÍ.


3) El Ministerio de Ciencia e Innovación da a conocer en su página web toda la información relativa a los proyectos de investigación del coronavirus que se están llevando a cabo en España.
Incluye información a nivel nacional sobre los centros que poseen líneas de investigación contra el SARS-CoV-2, los objetivos de los respectivos proyectos y la financiación recibida para dicho fin.
Haz click AQUÍ.


4) Un grupo de investigación de la Universitat Politècnica de València ha creado una página web en la que publica diariamente una estimación de la predicción de la evolución del COVID-19 en España.
Haz click AQUÍ.


5) La AEMPS (Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios) anuncia en su página web los tratamientos disponibles para el manejo de la infección respiratoria por SARS-CoV-2 y actualiza permanentemente dicha información a medida que se consiguen nuevos avances.
No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque actualmente existen numerosos ensayos clínicos en marcha, todavía no existe evidencia científica procedente de ensayos clínicos controlados que haga posible la recomendación de un tratamiento específico para el virus.
Haz click AQUÍ.


6) El Instituto de Salud Carlos III publica periódicamente en su página web sucesivos informes del COVID-19.
Ofrece información sobre los casos de COVID-19 notificados hasta el momento, como es el caso de su distribución geográfica, características demográficas y clínicas y antecedentes epidemiológicos de riesgo, entre otros datos.
Haz click AQUÍ.


sábado, 21 de marzo de 2020

¿POR QUÉ LA TASA DE LETALIDAD DEL COVID-19 ESTÁ SIENDO MÁS ALTA DE LO ESPERADO?


En estos tiempos de sobreinformación en torno al coronavirus y en los que las noticias falsas o las interpretaciones erróneas crecen como la espuma, me gustaría hacer una valoración de los datos epidemiológicos de la enfermedad de los que disponemos y el porqué de esa tasa de letalidad tan elevada en comparación con la que esperábamos.

Antes de nada, por si todavía hubiese alguna duda, me gustaría aclarar que SARS-Cov-2 es el virus, coronavirus (coronaviridae) es la familia y Covid-19 es la enfermedad. Por otro lado, también hay que tener clara la diferencia entre los conceptos de letalidad y mortalidad: letalidad es el número de fallecidos entre los infectados, mientras que mortalidad es el número de fallecidos entre toda la población, incluyendo infectados y sanos.


En España, los datos a las 12 del mediodía de hoy, 21 de marzo de 2020, son los siguientes: 24.926 casos confirmados, 1.612 ingresados en UCI, 1.326 fallecidos y 2.125 curados. Si con estos datos actuales calculamos la letalidad del virus en España, obtenemos que esta es del 5,31%, un porcentaje mayor del que cabría esperar en un principio. Y si nos fijamos en Madrid, foco principal del Covid-19 en nuestro país con 8.921 casos confirmados y 804 fallecidos por coronavirus a día de hoy, la tasa de letalidad alcanzaría el 9,01%.

Al ver estos datos, es normal que mucha gente se escandalice y se esté preguntando por qué está sucediendo esto, es decir, por qué aparentemente hay más fallecidos de lo que predecíamos en un principio. Pues bien, la clave está en la decisión de no realizar el test de diagnóstico a las personas con síntomas leves. Dejando de lado los motivos de esta decisión y el debate sobre lo acertada o desacertada que puede ser esta medida, lo que quiero destacar es que este hecho conlleva que gran parte de los casos positivos no salgan a la luz y, por tanto, tengamos una visión sesgada de los datos epidemiológicos. Al no poder hacer todos los test que serían necesarios, vamos a detectar todos los casos críticos y todos los fallecidos con coronavirus, pero registraremos muchos menos casos leves de los que realmente existen, por lo que el número total de infectados está subestimado. Esto supone que, al dividir el número de fallecidos entre el número de infectados, obtengamos una tasa de letalidad muy superior a la letalidad real. Asimismo, dado que las directrices tomadas en cada país en cuanto a la realización de estos test de diagnóstico son muy diferentes, toda comparación del número de contagios o de las tasas de letalidad entre distintos países son de dudoso rigor.

Si a partir de ahora en España logramos aumentar el número de test de diagnóstico gracias a la pronta llegada de las pruebas de diagnóstico rápido, no es de extrañar que el número de casos positivos detectados se vea incrementado en los próximos días y, por lo tanto, disminuya la letalidad, acercándonos más a la verdadera tasa de letalidad de este virus. Tampoco hay que desconfiar por ello de la eficacia de las medidas de confinamiento, ya que es lógico que aún sigan saliendo a la luz numerosos contagios, pues aunque el periodo medio de incubación del virus es de 5 días, hay casos en los que este se puede extender hasta las dos semanas. Es a partir de la semana que viene cuando se espera que comencemos a notar una disminución del número de nuevos casos diarios. Pero para ello, es necesario que todos sigamos con la misma fuerza de voluntad, tomemos precauciones y nos quedemos en casa.

domingo, 15 de marzo de 2020

EL CORONAVIRUS NOS HACE REFLEXIONAR

Siguiendo la línea de mi artículo anterior, en esta ocasión también quiero distanciarme un poco de la difusión de información científica para realizar una profunda reflexión personal y sacar una moraleja de esta complicada situación de alerta sanitaria que nos está tocando vivir en estos momentos. En mi afán por buscar siempre el lado positivo de las cosas, creo que esta pandemia del coronavirus puede hacernos pensar sobre diversos aspectos que suelen quedar en un segundo plano cuando estamos inmersos en la rutina diaria y ese estrés cotidiano al que estamos sometidos en las grandes ciudades de los países desarrollados.

Con la subida de las temperaturas, los desastres naturales, los fuegos incontrolados, las inundaciones desoladoras y la extinción de numerosas especies, hace ya tiempo que el planeta nos está dando claras señales de la peligrosidad del cambio climático y la necesidad de tomar cartas en el asunto. Sin embargo, aunque parece que cada vez hay más concienciación sobre la seriedad de este tema, seguimos sin tomar medidas drásticas que permitan reducir en buena medida la contaminación a nivel mundial y seguimos sin otorgarle la urgencia que verdaderamente merece este problema. Y, por desgracia, parece que la llegada de una pandemia es la única manera de que esos exorbitados niveles de contaminación se desplomen, aunque esta tenga otros muchos efectos colaterales perjudiciales como la caída de la bolsa y el colapso económico, además de las incontables pérdidas humanas. Tal y como dice la psicóloga italiana Franscesca Morelli en una reflexión que se ha hecho viral en los últimos días, "ahora usamos mascarillas, pero paradójicamente la calidad del aire mejora y seguimos respirando".

Por otro lado, en el mundo desarrollado, estamos acostumbrados a hacer oídos sordos a la hambruna, conflictos bélicos, enfermedades y otros problemas de gran magnitud siempre que estos tengan lugar a cierta distancia del país en el que vivimos. Y como no podía ser de otra forma, semanas atrás adoptamos la misma actitud con el coronavirus. Cuando este irrumpió en China, el resto del mundo hacía oídos sordos o, al menos, le restaba importancia al asunto, sorprendiéndonos al ver que la población china no era capaz de controlar lo que todos queríamos hacer creer que era una simple gripe. Solamente cuando vimos que el virus llegó con fuerza a Italia y encima se empezaban a dar casos en otros países próximos, el resto de Europa empezó a preocuparse y a tomar medidas. El hecho de no ser los primeros en llegar a este escenario nos ofrecía una ventaja. Nos ofrecía la posibilidad de poder fijarnos en los pasos que habían seguido los países que iban por delante de nosotros y que tenían ya numerosos infectados y poder evaluar los resultados que han supuesto dichas medidas tomadas. Sin embargo, desde mi punto de vista tampoco hemos sabido aprovechar esta posición ventajosa para tomar esas precauciones de la forma más rápida posible y así conseguir que las repercusiones del virus fuesen las mínimas posibles. En general, nuestro nivel de concienciación personal tampoco ha estado a la altura y esto se traducirá en una prórroga de la cuarentena durante más tiempo. Soy consciente de que es una situación muy difícil de manejar, pero esto confirma una vez más que hasta que el ser humano no ve de cerca el problema, no le otorga la importancia necesaria y no nos ponemos manos a la obra.

Asimismo, en un mundo en el que desafortunadamente aún existe discriminación por raza y discriminación por otros motivos, la llegada de este virus nos hace experimentar que, en un abrir y cerrar de ojos, podemos ser nosotros mismos los discriminados y a los que no se les permita cruzar fronteras por ser potenciales transmisores de una enfermedad. Parece que el virus haya llegado para hacernos sentir a nosotros, de raza blanca, occidentales y con recursos económicos, ese sentimiento de rechazo que nunca antes habíamos experimentado, quizá también para que empecemos a ser más empáticos, cambiemos ciertas ideologías discriminatorias y pensemos más en el prójimo.

En ese sentido de ayuda al prójimo, esta crisis también nos está enseñando mucho. También nos está llevando a pensar en el colectivo y quedarnos en nuestras casas para mitigar, en la medida de lo posible, la saturación del sistema sanitario, ralentizar el ritmo de aparición de nuevos contagios y hacer valer ese esfuerzo de valor incalculable que está realizando todo el personal sanitario. Aprovecho este inciso para no olvidarnos tampoco de la importante labor del personal de limpieza, auxiliares administrativos, trabajadores de supermercados, transportistas, barrenderos y otros tantos trabajadores que no tienen la posibilidad de quedarse en casa estos días, sino que también están al frente de la batalla y que son igual de imprescindibles que el personal sanitario para que este barco no se hunda. Mil gracias a todos por estar al pie del cañón. Y como decía, muchos no estamos haciendo este esfuerzo de confinamiento por nosotros mismos, jóvenes y sin patologías previas que, según afirman los datos epidemiológicos, tenemos una baja tasa de mortalidad por esta enfermedad vírica. En este caso, todos y cada uno de nosotros sentimos el deber de permanecer en nuestras viviendas con el objetivo de no contribuir a la transmisión del virus, no dificultar aún más el trabajo exhaustivo del personal sanitario y proteger a ese grupo de la tercera edad y con otras patologías previas, que constituyen el grupo de riesgo. Quedándonos en casa, cortamos la cadena y evitamos el contagio de muchas más personas, consiguiendo que los casos se produzcan de forma más espaciada en el tiempo, que es el principal objetivo en estos momentos, dada la saturación del sistema sanitario. En definitiva, el coronavirus nos está recordando que la unión hace la fuerza y nos está obligando a levantar la mirada y ver más allá de nuestra burbuja.

No obstante, a nivel individual, el virus también está dejando huella. La mayor parte de la población nos encontramos habitualmente inmersos en un ritmo de vida frenético, a veces por encima de nuestras posibilidades. Si el virus no nos para, parece que no hubiésemos parado nunca. Vivimos con prisas, corriendo de un lado para otro, con la mirada puesta en un reloj que, en lugar de informarnos meramente de la hora, en muchas ocasiones parece marcarnos el ritmo al que debemos vivir. Parece que las 24 horas del día nunca son suficientes y desearíamos que los días tuviesen 26 horas o las que fueran necesarias.

Incluso este confinamiento y aislamiento social nos está enseñando muchas cosas a nivel personal. En primer lugar, nos está ofreciendo entre nuestras manos una cantidad ingente de tiempo libre a la que no estamos acostumbrados, hasta tal punto que a algunos se les puede presentar como una losa asfixiante que les tiente a salir de casa para volver a respirar. Además, esta crisis nos está abriendo los ojos y nos está haciendo valorar las cosas sencillas de la vida: un abrazo, una conversación cara a cara, un beso… Este parón forzado nos está obligando a pasar más tiempo en familia, a valorar lo que tenemos en casa, a convivir con nosotros mismos y a recuperar muchos hobbies que increíblemente teníamos abandonados por falta de tiempo o prioridades. Es decir, nos está ayudando a asentar las ideas, ver lo verdaderamente importante y volver a encontrarnos con nosotros mismos. Además, en estos tiempos que corren en los que las redes sociales y la comunicación a distancia están adquiriendo cada vez más importancia, ofreciéndonos una falsa ilusión de cercanía, parece que esta situación haya venido para volver a poner en valor las relaciones sociales, las reales. De esta forma, seguramente que cuando volvamos a la calle para reír juntos y podamos abrazarnos de nuevo, cualquier plan nos parecerá una auténtica fiesta. La simple recuperación de la normalidad nos parecerá un bonito regalo al que, al menos durante un tiempo, dejaremos de restarle valor.

Estos difíciles momentos que atravesamos también nos hacen darnos cuenta de lo tremendamente planificado que está el mundo y la poca cancha que se le da hoy en día a la improvisación. Cuando un problema de esta magnitud obliga a cancelar clases, cerrar centros educativos, centros culturales y prácticamente todo tipo de establecimientos o restringir los desplazamientos por vía aérea, terrestre o marítima, todo se viene abajo. Se descuadran todos nuestros múltiples eventos o planes que tenían una fecha bien premeditada y de repente se nos presenta ante todos nosotros un tremendo caos al que es difícil volver a ponerle orden, al darnos cuenta de que tenemos que cancelar, aplazar o reorganizar todos esos planes futuros, sin saber tampoco con certeza cuándo terminará esta situación para así poder fijar unas nuevas fechas. Se nos presenta ante nosotros una situación que nos abruma y es en este momento cuando nos damos cuenta de lo acostumbrados que estamos a vivir con todo bajo control. Ahora tenemos que aprender forzosamente a vivir el presente, el día a día, con paciencia y sin adelantar acontecimientos.

Por su parte, ese pánico generalizado que nos está llevando a arrasar con los productos de primera necesidad en los supermercados nos está haciendo ver que esa inmediatez en la satisfacción de las necesidades básicas a la que estamos acostumbrados es un tremendo lujo, un verdadero privilegio. Día tras día, disponemos de todos esos productos a solo unos minutos de nuestra casa y en cualquier momento del día, pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, hemos perdido súbitamente esa comodidad. Aunque afortunadamente el abastecimiento sigue estando garantizado, ahora cuando entramos al supermercado nos encontramos con estantes vacíos y tenemos que esperar largas colas para adquirir nuestros productos como consecuencia de la histeria colectiva, algo que en nuestras cabezas parecía imposible que sucediera hace tan solo unos días. Todo ha cambiado tan radicalmente de un momento a otro que asusta.

Por último, a nivel sanitario, también podemos obtener una buena moraleja de todo esto. Parece que ha tenido que llegar una alerta sanitaria de esta magnitud para que nos demos cuenta al fin de lo importante que son la sanidad y la ciencia y que los recortes presupuestarios en estos ámbitos pueden tener graves repercusiones. Asimismo, ante esta situación, hemos cambiado el chip y nuestros héroes ya no son jugadores de fútbol de nuestro equipo favorito, sino médicos y enfermeros que se están dejando la piel por nuestra salud poniendo en peligro la suya propia, los investigadores que lo están dando todo en sus laboratorios por encontrar un tratamiento frente al virus lo antes posible y el resto de trabajadores y voluntarios que están poniendo su granito de arena de una forma o de otra y de manera desinteresada en esta lucha común. Los emotivos aplausos masivos vividos en toda España la noche de ayer para reconocer y agradecer el trabajo del personal sanitario no son más que una prueba de que realmente se han convertido en nuestros verdaderos ídolos de un momento a otro.

En definitiva, antes o después, estoy seguro de que saldremos de esta y volveremos a celebrar la vida. Porque el ser humano, aun con sus momentos de irracionalidad, irresponsabilidad e inconsciencia, siempre consigue darle la vuelta a las peores situaciones. Es precisamente en los malos momentos cuando dejamos nuestras diferencias y problemas banales a un lado, nos volvemos más humanos y buscamos la unión, ya que sabemos que la unión hace la fuerza. Sin embargo, me gustaría que no solo saliésemos de esta lo antes posible, sino que lo hiciésemos con alguna que otra lección aprendida y más fuertes y enamorados de la vida de lo que estábamos hace unos días. Quiero que todo esto se convierta en un punto de inflexión, en uno de esos malos momentos que se te quedan grabados por siempre en la memoria y de los te acuerdas en otros futuros instantes difíciles de tu vida para sacar fuerzas de ellos, tomar mejores decisiones o abordarlos con una mayor madurez o inteligencia emocional. Como conclusión, puede ser que esta pandemia haya venido a enseñarnos muchas cosas en este caótico mundo actual lleno de paradojas. Por eso, si cada uno de nosotros reflexionamos durante estos días, sacamos un aprendizaje personal de cada uno de los puntos que he mencionado y nos damos cuenta de una vez por todas de lo importante que es la ciencia y la sanidad, yo me doy por satisfecho. Esto querrá decir que, al menos, habremos sacado algo positivo de todo esto.

jueves, 12 de marzo de 2020

LLAMADA A LA RESPONSABILIDAD PARA HACER FRENTE AL CORONAVIRUS


Buenas noches, lectores:

Después de mucho tiempo sin escribir en mi blog, hoy he decidido volver a sentarme delante del teclado para realizar una crítica y una llamada a la responsabilidad ante la situación que estamos viviendo con la pandemia de coronavirus y la irrupción del mismo en España. Hoy he sentido que el estado de alerta sanitaria en el que nos encontramos actualmente merece como mínimo una entrada en este blog científico que comencé hace ya casi cuatro años con el mero objetivo de disfrutar escribiendo sobre algún aspecto de la ciencia que me interesase en cada momento y, sobre todo, con la idea de transmitir ese conocimiento a la población general de una forma más accesible y con un lenguaje más sencillo y menos técnico que el que nos podemos encontrar en las revistas científicas. A lo largo de estos años, mi constancia en el blog ha sido menor de la que me gustaría y algo intermitente debido a las dificultades para compatibilizar el blog con mi vida estudiantil, mi vida investigadora, mi vida como profesor particular, mis otros hobbies y mis relaciones sociales. Aun así, espero que en un futuro cercano pueda retomarlo con fuerza para añadir nuevas entradas a las veintisiete ya existentes y así conseguir que dicho número siga creciendo y vosotros me sigáis leyendo.

Entrando ya en el tema de esta entrada, el motivo de mi regreso al blog no es otro que el coronavirus, prácticamente el único tema del que hablan los medios de comunicación y todo el mundo. Sin embargo, a diferencia de la línea que he seguido en publicaciones anteriores, en esta ocasión no quiero transmitir tanto conocimiento científico, sino realizar una llamada al civismo, al sentido común, a la responsabilidad y a la solidaridad tras apreciar cómo el número de casos de contagio confirmados en España aumenta a un ritmo desenfrenado y ver que la población general no está lo suficientemente concienciada sobre la gravedad de la situación y las medidas preventivas para reducir los contagios.

Todos hemos escuchado que en realidad la tasa de mortalidad de este virus es baja, que su cuadro clínico generalmente se asemeja a una gripe y que el grupo de riesgo es principalmente la tercera edad y aquellas personas con otras patologías previas, sin ser tampoco un virus especialmente mortal en dicho grupo. Sin embargo, debemos ser conscientes de que el problema de esta pandemia no es tanto a nivel individual, sino a nivel colectivo. La principal preocupación ahora mismo radica en que el rápido contagio y el frenético aumento del número de casos de coronavirus puede llegar a saturar el sistema sanitario del país, si no lo está haciendo ya. El personal sanitario se está dejando la piel en estos momentos y su trabajo y su sacrificio tienen un valor incalculable, así que lo mínimo que podemos hacer el resto de la población para apoyarles y hacer valer su esfuerzo es limitar nuestras relaciones sociales y tomar estrictas precauciones de higiene, como el simple hecho de toser en el codo o lavarnos las manos frecuentemente para evitar que el virus acabe en nuestra nariz, ojos o boca. Cuanto más estrictos seamos siguiendo estas recomendaciones, antes volveremos a la normalidad. Y en este apartado es donde quiero hacer hincapié.

Desde mi punto de vista, siento que no estamos poniendo todo de nuestra parte para mitigar la transmisión del virus, reducir los contagios y evitar que nos quedemos sin camas en los hospitales. Si el gobierno toma medidas preventivas como la suspensión de las clases y el cierre de todos los centros educativos, no es para que los jóvenes hagamos planes con los amigos, vayamos a tomar unas cervezas al bar, vayamos al cine, salgamos de fiesta o incluso aprovechemos para hacer un viaje. En definitiva, debemos concienciarnos de que la suspensión de las clases no son unas vacaciones, sino una medida para intentar frenar la transmisión del coronavirus y, para que esto sea posible y dicha medida surta efecto, es necesario que cada uno pongamos nuestro granito de arena y nos quedemos en casa, a pesar de que todos preferiríamos estar en la calle disfrutando del buen tiempo con los amigos. Necesitamos que todos hagamos un esfuerzo y aprovechemos este período de aislamiento social para leer, ver series, jugar a videojuegos, escribir, estudiar, escuchar música, adelantar tareas o cualquier otra cosa en nuestras casas. Solo de esta manera conseguiremos que esa cifra diaria de nuevos contagios se atenúe, que los contagios se den de una forma más espaciada en el tiempo, que el sistema sanitario no se sature y que los médicos y enfermeros sean capaces de atender a todos los pacientes. Estoy seguro de que superaremos esta crisis, pero nuestro deber es colaborar para que ese momento llegue lo antes posible y con el menor número de pérdidas humanas posibles. Así que, si no lo haces por ti, hazlo por los demás: quédate en casa.

lunes, 16 de julio de 2018

DESMINTIENDO BULOS: LAS VACUNAS NO CAUSAN AUTISMO

Por desgracia, no podemos evitar el surgimiento de nuevos bulos, pero sí podemos ayudar a frenarlos. Por este motivo, hoy vengo a aportar mi granito de arena en la difusión de la verdad con respecto a uno de los bulos que más daño está haciendo a la humanidad.



Me atrevo a decir que no hay mayor avance de la medicina que esté siendo tan injustamente tratado como las vacunas. Los bulos entorno a ellas se siguen difundiendo y, a falta de sentido crítico en la población que permita indagar y diferenciar una evidencia científica de una mera habladuría sin una base que la respalde, algunos países como Australia ya se han visto obligados a tomar medidas como multar con 18 euros cada 15 días a los padres que no vacunen a sus hijos, puesto que esos niños no vacunados suponen un riesgo de Salud Pública.

Hay creencias erróneas como el terraplanismo que no hacen daño a nadie, pero otras como todos esos hipotéticos aspectos negativos de las vacunas que desafortunadamente están circulando por ahí y que increíblemente están convenciendo a muchas personas sí nos afectan a todos. De hecho, el crecimiento del movimiento antivacunas es el causante también de que las personas más vulnerables se infecten. Recordemos que el fin último de las vacunas no es la inmunidad individual, sino la inmunidad de grupo, ya que la única forma de proteger frente a una enfermedad a los individuos alérgicos que no puedan ser vacunados o que no respondan a la vacuna consiste en una buena inmunización en las personas de su entorno.

Siempre debemos vacunarnos, incluso en el caso de que una enfermedad evitable por vacunación se haya eliminado virtualmente en nuestro país, ya que siempre existe la posibilidad de que un viajero procedente de un país en el que dicha enfermedad es endémica nos la transmita y se produzca una rápida propagación en nuestro país.



Uno de los mayores causantes de esa creciente reticencia a la vacunación es el bulo que afirma que las vacunas ocasionan numerosos efectos perjudiciales, enfermedades e incluso la muerte. Lejos de ser una afirmación repleta de rigurosidad científica, nos encontramos más bien ante una hipérbole. Si somos rigurosos, vemos que las ventajas de la vacunación superan notablemente los posibles efectos secundarios negativos, los cuales son leves en su mayoría. Aquellos que pudieran ser más graves como las defunciones son muy infrecuentes y tampoco se ha demostrado que se deban a la propia vacuna, sino a un programa erróneo de vacunación en muchas ocasiones. También cabe destacar que otras muchas defunciones que a veces se atribuyen a las vacunas con el fin de desprestigiarlas, se hubieran producido también en caso de no haberse administrado.

En la comunidad científica, no cabe ni la menor duda de que las vacunas disminuyen las afecciones y defunciones, es un hecho totalmente contrastado. Si queremos remontarnos en el tiempo para comprobar qué ha sucedido cuando se ha dejado de administrar una vacuna, nos encontramos por ejemplo con el aumento significativo de la incidencia de tos ferina en Gran Bretaña cuando se dejó de administrar la vacuna correspondiente. Desgraciadamente, ya tampoco es necesario ir años atrás para apreciar la repercusión del movimiento antivacunas, ya que este ya ha adquirido una magnitud más grande de la que nos gustaría. Los datos estadísticos nos dicen que en la Unión Europea se han notificado más de 19.000 casos de sarampión entre 2016 y 2017 y que el 86% de ellos no habían sido vacunados. No obstante, no todo son malas noticias, ya que en España concretamente existe una gran inmunidad de grupo gracias al éxito de campañas de la vacunación triple vírica. De hecho, la tasa de cobertura para sarampión en España es alta en comparación con la mayoría de países europeos, ya que en España la cobertura es del 95-99%, mientras que en otros países como Reino Unido o Alemania la cobertura es del 85-94% y en Italia y Francia es aún menor.

No obstante, probablemente el bulo más grande que existe con respecto a las vacunas es esa correlación positiva absolutamente errónea con los trastornos del espectro autista. En cuanto a esto, me gustaría reiterar que no existe ninguna evidencia científica de que las vacunas causen autismo. Una vez dicho esto, os preguntaréis entonces dónde nació este bulo. Pues bien, el origen de este bulo data del año 1998, al publicarse un artículo en la prestigiosa revista científica The Lancet en el que se establecía una supuesta relación entre la vacuna triple vírica y la aparición de autismo. Por suerte, seis años después, dicho artículo quedó desmentido, The Lancet lo retiró y se retractó diciendo que todos los datos eran completamente falsos. Sin embargo, el daño ya estaba hecho: mucha gente había escuchado esa bomba lanzada en el año 1998 y nunca llegó a sus oídos la rectificación posterior, por lo que actualmente hay muchas personas desinformadas que defienden y difunden algo que carece completamente de evidencia científica en la actualidad.



Por si todo esto fuera poco, hay gente que defiende que las enfermedades ya habían comenzado a desaparecer antes de la introducción de las vacunas. Sin embargo, si bien es cierto que la mejora de las condiciones higiénico-sanitarias supuso una disminución de la incidencia de muchas enfermedades, la reducción en los últimos años de algunos agentes patógenos como Haemophilus influenzae tipo b no se puede atribuir a esa mejora (puesto que las condiciones higiénico-sanitarias son similares desde 1990), sino a la vacunación sistémica.

También se escucha a veces que “la mayoría de las personas que enferman han sido vacunadas”. Si nos paramos a pensar y analizamos la frase, lo que hay detrás de esta afirmación es una gran manipulación de los datos estadísticos. Pongamos como ejemplo que, de un grupo de 1000 personas que no han sufrido sarampión, 995 han sido vacunadas y 7 de ellas enferman, mientras que de las 5 personas restantes que no han sido vacunadas, las 5 enferman. Por lo tanto, es cierto que la mayoría de las personas que enferman han sido vacunadas (7/12), pero es un punto de vista inadecuado, ya que no estamos teniendo en cuenta que enfermaron el 100% de los no vacunados y menos del 1% de los vacunados. Es increíble cómo nos pueden engañar si no tenemos un poco de sentido crítico, ¿no? ¡Hay que tener siempre los ojos bien abiertos! ¡Las vacunas salvan vidas!