Hoy, día 1 de octubre, es el Día Internacional de la Hepatitis
C, una enfermedad prevalente en todo el mundo que afecta a 150 millones de
personas, que es la causa de muerte de 399.000 personas al año en el mundo, que
tiene un acceso limitado al diagnóstico y al tratamiento y para la cual no
existe vacuna todavía. Por todo ello, he querido dedicar esta entrada del blog
a dicha enfermedad.
Por definición, una hepatitis es una inflamación del hígado
por una infección vírica. Hay 5 tipos de hepatitis, cada una de los cuales se
designa con una letra (A, B, C, D o E) y cuya transmisión y virus causante
varían de unas a otras. Sin embargo, las dos principales son B y C, que son
responsables del 96% de la mortalidad mundial por estas infecciones.
El virus de la hepatitis C (VHC) es un virus animal esférico
envuelto por una nucleocápside icosaédrica y con un ARN simplexo de polaridad
positiva. Pertenece a la familia Flaviviridae y al género
Hepacivirus.
La sintomatología es similar a la de las otras hepatitis: infección crónica en el 55-85% de los casos (como en la hepatitis B, aunque con una mayor probabilidad de cronificación), cirrosis y cáncer hepático (5-20% de los afectados). Sin embargo, la sintomatología aparece años después, por lo que probablemente haya muchas personas que desconocen que la padecen.
La transmisión es por contacto con sangre o, raras veces,
por transmisión sexual.
Además, cabe destacar que existen fundamentalmente 6
genotipos de hepatitis C que se asocian con las diferentes cepas del virus. No
obstante, los genotipos 1, 2 y 3 son los más frecuentes y, más concretamente,
el genotipo 1, que representa el 60-70% de las infecciones mundiales. Conocer
el genotipo causante es muy importante para elegir el tratamiento adecuado en
cada caso, ya que cada uno de ellos responde de una manera diferente a los
medicamentos. Por ejemplo, el tratamiento con interferón y ribavirina es
exitoso en un 70-90% de los pacientes con genotipos 2 y 3, pero solamente es
efectivo en el 40-60% de aquellos con el genotipo 1.
Tal y como decíamos al principio del post, la diferencia con
respecto al resto de hepatitis es que para la C no existe vacuna y el
tratamiento no se administra hasta que los pacientes llegan a un estado
grave debido a su alto coste. Y más de uno se preguntará: ¿a cuánto asciende la cifra?
Pues bien, el precio es dialogado por la farmacéutica que comercializa el
tratamiento con cada país, pero en España, por ejemplo, el tratamiento de 12
semanas (válido para los genotipos 1 y 2) cuesta 25.000 euros. Sin embargo, se
estima que el coste de su producción ronda tan solo los 110 euros. Y si esto es
así, ¿entonces por qué se vende tan caro? Nos topamos ante la disyuntiva de
siempre: la farmacéutica ha tenido que dedicar una cuantiosa cantidad de dinero
a la investigación hasta dar con la tecla, además de esfuerzo y tiempo, y ahora
quiere amortizar esos gastos. Si lo pensamos fríamente, es lógico que ese
precio deba remunerar ese trabajo, pero por otro lado se encuentran los
pacientes que necesitan ese tratamiento urgentemente. Nada nuevo bajo el sol.
Igualmente, en este caso se aprecia que la diferencia entre el supuesto gasto
de producción y el precio de venta es muy grande.
En cualquier caso, el tipo de tratamiento puede ser:
-Interferón α + ribavirina: el interferón α
es una citocina y un modificador de la respuesta biológica que estimula el
sistema inmunitario favoreciendo la comunicación entre las células. La
ribavirina, por su parte, es un análogo de un nucleósido y actúa sobre la
replicación viral. Este tipo de tratamiento es eficaz en el 60% de los casos,
pero la OMS recomienda el uso de los AAD (Antivirales de Acción Directa).
-Boceprevir y telaprevir: ambos son AAD de primera
generación que deben ser administrados junto con interferón y ribavirina.
Actúan como inhibidores de la proteasa viral, lo cual hace que la poliproteína
formada no se pueda escindir y, por lo tanto, se corta el ciclo. El uso de
estos AAD era recomendado en 2014, pero ahora la OMS aconseja abandonarlos
porque presentan efectos adversos más frecuentes y menor probabilidad de
curación que los AAD más recientes.
-Simeprevir, daclatasvir y sofosbuvir: estos son los nuevos
fármacos que las compañías farmacéuticas han desarrollado más recientemente con
el objetivo de aumentar la tasa de curación, acortar el tiempo de la terapia y reducir
los efectos secundarios e interacciones con otros fármacos como los del VIH, lo
cual es muy importante porque muchos pacientes con hepatitis C también
presentan VIH debido a que ambas enfermedades tienen la misma vía de propagación.
Estos tres fármacos son AAD de segunda generación, actúan como inhibidores de
la ARN polimerasa viral y son los preferidos por las OMS, con una tasa de
curación superior al 95%.
Por lo tanto, ya existen tratamientos bastante efectivos.
Ahora solo falta lograr que todo el mundo tenga acceso a dicho tratamiento.