domingo, 2 de octubre de 2016

EL PREOCUPANTE DESHIELO DEL ÁRTICO

Debido a su especial situación y composición, los glaciares, icebergs y ecosistemas árticos constituyen unos valiosos indicadores de la situación ambiental del planeta, y desafortunadamente el estado actual del Ártico que nos ofrecen es de una enorme fragilidad. Su ecosistema se pierde y esto está desencadenando una aceleración del cambio climático y, en definitiva, un terrible e innegable efecto negativo para todo el planeta.



El deshielo del Ártico volvió a alcanzar un nuevo máximo histórico alarmante en el 2012, que mostraba una pérdida de hielo desde el 2008 de 4300 km3, lo cual, para hacernos una idea, supera a la superficie de la península ibérica. Los datos no mienten y así es como, récord tras récord, hemos perdido tres cuartas partes del hielo del Ártico durante los últimos 30 años. Además, la velocidad de deshielo y de aumento de las temperaturas en el Ártico son dos veces mayores a las de las latitudes medias. En realidad, lo que sucede es que ambos fenómenos se retroalimentan, ya que al subir las temperaturas, el hielo del Ártico se derrite y hay más superficie marina, la cual, al ser más oscura que el hielo, absorbe más radiación solar, refleja menos y se calienta más rápidamente.




El 2015 fue el año más caluroso jamás registrado y el Ártico también nos da evidencias de este cambio climático, cuyo principal causante es la quema de combustibles fósiles. El pasado 24 de marzo, cuando debería tener la extensión más grande después de los meses de invierno, se ha registrado, respecto al año pasado, una pérdida de 13.000 km2. Los científicos predicen que si continuamos a este salvaje y dramático ritmo, el Ártico podría quedarse sin hielo entre los años 2054 y 2058, y de producirse el deshielo continental de Groenlandia y del este y oeste antártico, el nivel del mar podría subir 20 metros a finales de siglo. Además, se cree que, dentro de unos 20 o 30 años, el Ártico perderá incluso ese espesor de hielo marino de 1,2 metros que queda de momento al final de cada verano y que, al final del invierno, el grosor pasará de los 2,5 metros actuales a no llegar ni siquiera a los 2 metros.


Sabemos que el Ártico es una región determinante para las condiciones climáticas del planeta y debemos hacer algo para frenar esta atrocidad. De hecho, los científicos consideran al polo Norte como el refrigerador del mundo, ya que su repercusión a nivel global es mucho mayor de lo que probablemente pensemos. El Ártico es el mantenedor de la corriente termohalina que discurre por debajo de la capa de hielo, responsable del clima invernal templado que tenemos en Europa, y atenúa además, en cierta medida, el calentamiento global porque incrementa el efecto albedo, que es el fenómeno por el cual el 30% de la energía solar que llega a la Tierra en forma de radiación es reflejada de vuelta al espacio exterior, mientras que un 50% es absorbido por la superficie terrestre y el 20% restante, por la atmósfera. ¿Y por qué el hielo es capaz de devolver un porcentaje tan grande de la radiación? Esto se debe, ni más ni menos, a que la nieve es una superficie blanca y, al contrario de lo que ocurre con las superficies oscuras, absorbe poca radiación y refleja prácticamente toda. Por ello, si desapareciera el Ártico, el albedo disminuiría e implicaría un mayor calentamiento de la superficie de la Tierra y una fuerte degradación medioambiental, provocando tal cambio en nuestro planeta que quizás ni llegaríamos a reconocerlo.




Por otro lado, no debemos confundir el efecto albedo con el efecto invernadero, que es un efecto natural y vital por el cual los llamados gases de invernadero como el CO2, el vapor de agua o el metano son capaces de impedir la salida de esa parte de la radiación infrarroja del sol reflejada por la superficie terrestre, que es la que se denomina efecto albedo y calienta la Tierra. Es curioso que en una atmósfera compuesta principalmente por un 78,1% de nitrógeno, un 20,9% de oxígeno, un 1% de argón y una pequeña proporción de dióxido de carbono y vapor de agua, sean algunos gases minoritarios, que entre ellos no suman ni siquiera un 0,1% de la masa de la atmósfera, los que retengan esa parte de la radiación infrarroja y controlen así el clima y, por tanto, la vida en la Tierra. Sin ellos, de hecho, la temperatura media de la atmósfera no sería de 15 grados centígrados, sino de 18. El efecto invernadero, como ya sabemos, es realmente beneficioso en su justa medida, ya que mantiene esa temperatura apta para la vida en el planeta. Sin embargo, un incremento del mismo fruto de acciones humanas como la deforestación y el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) provoca una emisión incontrolada de gases de efecto invernadero que incrementa las temperaturas, derrite el propio hielo del Ártico y aumenta el nivel del mar. Esto es lo que se conoce como cambio climático, cuyo repercusión preocupa tanto a los expertos que advierten que el nivel del mar podría subir entre 26 y 82 cm a final de siglo y la temperatura hasta 4,8ºC.


Sin embargo, esto no termina aquí desgraciadamente. La fauna y la flora también podrían verse duramente afectadas. Animales que han desarrollado efectivas estrategias para aislarse del frío, caminar sobre la nieve o camuflarse en el entorno, como es el caso de los osos polares, podrían estar en peligro de extinción; algunas aves llegarán a perder sus nidadas debido a la ausencia de terreno estable; y la vegetación típica del Ártico, entre la que se encuentra el musgo, los líquenes y plantas herbáceas de poca altura, capaz de soportar los fuertes azotes del viento y adaptada a la difícil supervivencia en una tierra casi helada, muy ácida y con poca presencia de nutrientes, podría terminar desapareciendo. Con el deshielo, en cambio, se abrirían nuevas rutas de navegación que permitirían extraer más fácilmente las reservas árticas de gas y petróleo, y son precisamente estos intereses los que se pueden llegar a sobreponer irracional y desafortunadamente sobre los ecológicos y poner en serio peligro el equilibrio del Ártico que todos deberíamos proteger.



Por ello, todos podemos y debemos poner de nuestra parte para frenar el incremento del efecto invernadero, el cambio climático y el deshielo del Ártico siguiendo estas medidas: reducir el uso de la calefacción y del aire acondicionado, utilizar los medios de transporte público, separar los desechos sólidos para facilitar su reciclaje, reducir el uso de contaminantes como aerosoles y detergentes, usar las energías renovables y, en definitiva, seguir la regla de las tres erres: Reducir, Reciclar y Reutilizar.



2 comentarios:

  1. He observado un fenómeno. A veces utilizo la botella de gaseosa vacía para llenarla con agua mineral del bidón de 10 lts y despuès del 3er-4to llenado noto un sabor extraño. Este artículo me va a servir para eliminarlas del todo y volver a los tradicionales envases de vidrios. Gracias por todo este tipo de información.

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    1. Hola Hugo! Me alegro de haber ayudado a encontrar una explicación a ese suceso. El problema en este caso puede ser la botella o el propio bidón si lleva mucho tiempo con la misma agua. Aunque es cierto que son preferibles los envases de vidrio, pienso que tampoco es necesario eliminar por completo las botellas de plástico. La verdad es que en muchas ocasiones son muy útiles para llevar agua allá donde vayamos y poder echar un trago cuando estemos sedientos fuera de casa. Yo mismo las reutilizo alguna vez porque, siendo sinceros, son mucho más ligeras que las de vidrio. Creo que la clave está en no descuidarnos de su estado y en no abusar de su reutilización. Muchas gracias a ti por tu comentario. Un saludo!

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